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"Aquellos días de Marzo" Sara Mañero

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Ya sabéis cómo comenzó esta historia, de qué manera absurda me zambullí en vidas ajenas, sin que, en un principio, hubiese demasiadas diferencias con lo sucedido en anteriores ocasiones. No era la primera vez que la ficción era un trasunto de la realidad, ni tampoco lo era que, para empezar a escribir, debiese primero respirar el tiempo y el espacio de esos seres desconocidos, que acabarían por ser íntimos, y hacia allí me lancé, también en esta ocasión, con vehemencia. Tampoco era la primera vez que tenía entre mis manos las cartas de jóvenes aplastados por el peso de una Historia que construyeron sin saberlo, que me apiadé de sus sueños perdidos, de los años que no lograron vivir. Neila es escritora. Neila empieza contando cómo empezó a gestarse en su mente la novela que estamos leyendo. En una cena de San Juan, rodeada de sus amigos de siempre, salieron a relucir en la conversación las cartas que la madre de Juan, el marido de su amiga Carmen, había guardado durante toda su vida. J

"Ethan Frome" Edith Wharton

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Ethan sabía que aquella palabra tenía una importancia excepcional. Por allí casi todo el mundo tenía «problemas» claramente localizados y definidos, pero sólo los elegidos tenían «complicaciones». Tenerlas era en sí mismo una distinción, aunque significara también en la mayoría de los casos una sentencia de muerte. La gente se debatía durante años con sus «problemas», pero casi siempre sucumbía a las «complicaciones».  El corazón de Ethan se debatía entre dos sentimientos extremos; pero de momento prevaleció la compasión. Su mujer parecía tan dura y solitaria, allí sentada en la oscuridad, entregada a aquellos pensamientos... Ethan Frome nunca pensó lo que le depararía la vida. Tras estudiar  en la Escuela Técnica de  Worcester, en un laboratorio de Física, tuvo que volver al pueblo. La muerte de su padre le hizo abandonar unos estudió que, si bien «no habían sido lo bastante amplios para serle de gran utilidad práctica, habían nutrido su fantasía y le habían convencido de que había

"Los viajeros de la Vía Láctea" Fernando Benzo

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Siempre que volvía a verla, lo primero que me preguntaba, a medias entre la exculpación y el reproche a mí mismo, era por qué nunca me había enamorado de ella cuando, en todas las etapas de la vida, me había inspirado esa indefinida intuición de que amarla debía de ser una forma confortable de vivir. [...] Pero era una suerte que nunca me hubiese enamorado de Blanca. Gracias a eso, aún seguíamos siendo amigos a los cincuenta y cinco. Estamos en 2021 y Javi ha quedado con Blanca en el Vía Láctea. Ella tiene que darle una mala noticia y a partir de ese momento la conversación de ambos amigos se verá interrumpida por los recuerdos. Javi nos va contando la historia de sus amigos desde la fiesta de cumpleaños de Oscar en la que todo cambió. Cumplía veintiuno en 1986 y había alquilado en exclusiva el hoy mítico bar Vía Láctea, icono de la Movida, para celebrarlo. Allí iba a recibir a sus numerosos amigos y amigas, pero muy en especial a los tres con los que compartía piso de estudiantes, Ja

"El quinteto de Nagasaki" Aki Shimazaki

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Llueve desde la muerte de mi madre. Estoy sentada junto a la ventana que da a la calle. Espero al abogado de mi madre en su oficina, donde trabaja una sola secretaria. Estoy aquí para firmar todos los papeles de la herencia: el dinero, la casa y la tienda de flores de la que se ocupaba desde el deceso de mi padre, muerto de un cáncer de estómago hace siete años. Soy la única hija de la familia, y la única heredera declarada. Así empieza Tsubaki (camelia) la primera novela de este quinteto, narrada en primera persona por Namiko y, mediante una carta, por su madre, Yukiko, que ha muerto recientemente. No era mayor, pero como superviviente de la bomba de Nagasaki, pensaba que ya había vivido demasiado.  A raíz de la muerte de su madre, Namiko se encuentra con dos sobres que el abogado le entrega. Uno tiene su propio nombre. «En el segundo, menos grueso, veo un nombre que no conozco en absoluto, y algunas palabras dirigidas a mí: "Cuando encuentres a mi hermano, dale este sobre en pe

"Tinta y fuego" Benito Olmo

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El puñal se hundió hasta la empuñadura en el estómago de Marcel Dubois antes de que este hubiera podido preguntar siquiera al individuo que se había presentado en el umbral de su casa quién era y qué diablos se le había perdido allí. Stratos apuñaló sin saña, pero con firmeza […]  La hoja se hundió con facilidad, como un saltador olímpico que ejecuta una zambullida perfecta y sin salpicaduras. O casi. La vida abandonó el cuerpo de Marcel Dubois en cuestión de segundos […] Stratos certificó su defunción apuñalándole varias veces más. Cuando se aseguró de que había dejado de moverse, limpió la hoja de la daga en la ropa de Dubois y la guardó. Después cerró la puerta a su espalda y pasó sobre el cadáver, rumbo a la biblioteca. Hay un personaje en este libro, Téllez, que se confiesa amante de la lectura, pero no de los libros. Comparto totalmente su punto de vista. Para mí los libros no son más que objetos. Nunca he llegado a mitificarlos más allá de la emoción que esconden entre s

"Propios y extraños" Anne Tyler

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El avión llevaba retraso. […] Una mujer asiática elegantemente vestida salió por la puerta con un bebé en brazos. El bebé debía de tener cinco o seis meses, y ya podía mantener la espalda erguida. […] La futura mamá extendió ambos brazos y dejó que la grabadora colgara del extremo de su correa. Pero la mujer asiática se paró en seco con un aire autoritario que la protegía de cualquier aproximación. Se irguió y preguntó: —¿Donaldson? —Sí, Donaldson. Somos nosotros […] Y entonces apareció otra mujer asiática, […] Llevaba un portabebés cogido por el asa, y parecía obvio que el bebé que iba dentro no pesaba mucho. Ese bebé también era una niña […] La joven dijo algo que sonó como «¿Yaz-dan?». «Yaz-dán», la corrigió una mujer desde la parte de atrás. Dos niñas coreanas llegan a Baltimore una noche de verano. En el aeropuerto las esperan sus familias adoptivas. Una de las familias ha montado toda una fiesta en el aeropuerto, una de esas fiestas que se celebran con motivo del n

"El ancho mundo" Pierre Lemaitre

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A lo largo del tiempo, la procesión familiar que recorría la avenue des Français había adoptado una variedad de formas, pero nunca la de un cortejo fúnebre. Ese año, sin embargo, parecía acompañar a su última morada a la señora Pelletier, pese al pequeño detalle de que estaba viva y bien viva. Como era habitual, su marido encabezaba la marcha con paso solemne y ella lo seguía a duras penas, deteniéndose cada dos por tres para dirigir a su hijo Étienne la mirada de una moribunda que suplica que abrevien su sufrimiento. Tras ellos caminaba Jean, alias el Gordito, envarado como buen primogénito, del brazo de su esposa Geneviève, que, bajita como era, se veía obligada a trotar. Cerraban la marcha François y Hélène, los menores, codo con codo. Y si el desfile anual por las calles de Beirut hacia la fábrica de la familia parece en este caso un cortejo fúnebre es por el hecho de que la señora Pelletier está a punto de ver marchar de casa a su tercer hijo. Etienne ha decidido irse a Saigón